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miércoles, 12 de noviembre de 2014

"Boardwalk Empire" - Temporada 5

Son días tristes. Cuando has seguido fielmente una serie, temporada tras temporada, y esta, llega a su último capítulo, sientes que algo te abandona. Sobre todo si hablamos de un producto tan complejo y rico en matices, personalidades y sentimientos. Una serie que ha mostrado una de las producciones mejor ambientadas de los últimos tiempos, en la que personajes reales e históricos, se mezclan con otros ficticios, para mostrarnos, no solo sus actos, que han quedado plasmados en periódicos de la época en la que se desarrolla, sino también la parte humana y privada de todos ellos.

En esta última temporada, Nucky Thompson es un superviviente, que juega entre seguir siendo alguien importante en el mundo del alcohol y no morir en el intento. Su dominio sobre Atlantic City se encuentra dificultado por sus relaciones con la Mafia más famosa y rotunda del momento. Capone, Maranzano, Torrio, Lansky, Siegel, Massería o Luciano luchan por el poder más absoluto y Thompson no tiene sitio entre tanto mafioso sediento de poder. Su intento de monopolizar la importación de ron desde Cuba encuentra importantes dificultades tanto en la isla como entre los políticos norteamericanos que le apoyaban hasta entonces. El declive está cerca y Thompson lo sabe. Pero además, y para cerrar el círculo de estas temporadas, los creadores de la serie, nos quieren mostrar los inicios de Nucky en una Atlantic City recién nacida. De orígenes pobres, poco a poco irá haciéndose un hueco, hasta ocupar el puesto de Sheriff, para lo que tendrá que ceder ante las pretensiones de un Comodoro, más joven pero, igualmente ambicioso y falto de escrúpulos. Será con la figura de Gilliam Darmody, con su aparición en el pasado y en presente de Thompson, con la que se cierre la historia de nuestro protagonista. Un fin inventado, que no es el verdadero destino del personaje real en el que se basa la serie, pero que es un punto final perfecto y definitivo para una de las mejores series de los últimos años.
Personajes inolvidables han completado el elenco de la serie. Kelly MacDonald, la que siempre será recordada como la inteligente e independiente mujer de Nucky. Su hermano, Eli Thompson, tan maltratado y vilipendiado por la vida. El duro e imperterrito Chalky White. El fiel y patoso mafioso de tres al cuarto, Micky Doyle. Gilliam y Jimmy Darmody, detonantes y claves en la vida de Thompson. Dos personajes malvados y que han dejado huella en la serie, ambos imprescindibles, Valentin Narcisse y Gipy Rossetti.  O esa mujer fuerte y afincada en La Habana, interpretada por Patricia Arquette, llamada Sally Wheet. Y no se puede obviar al desgraciado agente del FBI reconvertido a matón, Nelson Van Alden. Todos ellos han marcado la vida en Atlantic City y en la serie, calibrando los actores y actrices, unas interpretaciones de grandísima calidad. 
Porque hay que definirla como uno de los proyectos más ambiciosos y caros de la cadena HBO y a su vez, más incomprendidos por el gran público. Sin embargo la cadena privada ha sabido mantener la aspiración dramática y formal de un producto elegante, histórico y lleno de estupendas interpretaciones. Empezando por un veterano e icónico, Steve Buscemi, que ha conseguido convertirse y camuflarse en el personaje a la perfección. La pléyade de actores y actrices que lo han acompañado han trasladado a la pantalla a la perfección la situación social, racial y económica de una norteamérica de entre guerras, en las que la prohibición del alcohol, la diferencia de clases, los embates económicos y sobre todo la presencia de la mafia, han protagonizado el día a día de la serie.
Al nivel de The Wire o Deadwood, también productos señeros de HBO, ésta serie merece un visionado tranquilo, sosegado, que gracias al DVD, podremos disfrutar tanto como nos apetezca, vislumbrando cada detalle, palabra o gesto. Los guionistas no dejaban ni una coma, ni una pausa, ni una frase, en absoluto a la casualidad, sino que con rotundidad y solidez, engalanaban un guión al que se debería recordar en el tiempo. Y todo ello a pesar del maltrato injusto de la masa de espectadores, que sin duda, no siempre lleva la razón. Sin duda, la echaremos de menos.