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domingo, 12 de julio de 2015

"Matar a un ruiseñor"

Película dirigida en 1961 por Robert Mulligan es una adaptación de la novela escrita por Harper Lee y ganadora de un Pulitzer. En su momento, el libro publicado en 1960 alcanzó una gran notoriedad, y no por menos, esta película, acaparó buen número de espectadores y se alzó con  8 nominaciones a los Premios Oscar, logrando 3 de ellos, al mejor actor, guión adaptado y dirección artística.
El argumento gira en torno a la casa de un insigne y ético abogado, en la que vive sólo con sus dos hijos pequeños, tras morir hace años su amada esposa. La historia se desarrolla en un pequeño pueblo del sur de EEUU. El director, así como lo hace la escritora de la novela, narra los hechos desde la perspectiva de los hijos del abogado Atticus Finch, interpretado por Gregory Peck. Estamos en los años 30, poco después de la Gran Depresión. Atticus es un ejemplo de honradez y buenos sentimientos en la pequeña sociedad que le rodea. La narración se desarrolla alrededor de dos situaciones, que terminarán confluyendo en un único nexo al final de la película. Por un lado, la curiosidad de los niños, por conocer y adentrarse en la oscura historia de la casa de la que son vecinos. En ella, un gruñón anciano, vive en soledad, según cuentan los chismorreos del pueblo, con un hijo, al que casi nadie ha visto. Las historias hablan de un chico oscuro, casi monstruoso, que magnificado por las mentes imaginativas de los niños, se convertirán en cuentos de miedo y misterio. Paralelamente, Atticus decide defender a un hombre negro del pueblo, acusado de violar a una joven blanca. El abogado defenderá con integridad la inocencia del muchacho, sufriendo las presiones y amenazas de un pueblo, en el que la población blanca, claramente racista, entiende que por su propia naturaleza, el hombre negro es necesariamente culpable.
Tanto la novela, como la película, aprovechan la inocente y transparente visión de los niños protagonistas, para explicar el día a día del pueblo y los problemas que surgen, conforme el juicio y sus conclusiones van avanzando. Por supuesto, la complejidad social y económica del momento, se nos traslada desde sus ojos, y sin embargo, podemos interpretar a la perfección la dureza de la situación gracias a la actuación del abogado. Aquí está lo novedoso del guión. Resulta refrescante gozar de las interpretaciones de los niños, a veces más racionales que los adultos, sobre los problemas raciales del viejo sur norteamericano. Todo ello no hace más que potenciar la posición ética y honrada del abogado interpretado por Gregory Peck, sin duda el pilar principal sobre el que se soporta toda la película, además de su guión. 
Sólo me queda proponer un pero, una ligera neblina a la ética y moral del abogado. Y no es un problema de la dirección o de los actores. Lo es del guión y por tanto de la novela origen. Hasta el final del film, el hacer Atticus es firme. Aunque a veces, en su vida personal sea blando, muestra su dureza y entereza, cuando está en juego la libertad y la vida de su defendido y es un ejemplo de honradez para sus hijos. Sin embargo, en la conclusión de la película, algo que no quiero desvelar por si alguien no conociera las circunstancias de sus últimos minutos, me choca sobremanera, la decisión tomada por el abogado. Una decisión compleja, difícil, pero también chocante con el hacer profesional del protagonista en la película. El aceptar, que un muerto compense a otro, resulta algo demasiado sencillo, para quién defiende el derecho a la defensa y a un juicio justo. En fin, una buena película, en mi opinión, algo sobrevalorada, que quizás peque de ingenuidad en su metraje final, convirtiendo el producto en algo superficial, según a quien le convenga...



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