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lunes, 13 de marzo de 2017

"Expiación" - Ian McEwan

Con qué gusto y disfrute leí el libro que hoy reseño. Aunque no debería haber sido así, había visto la película estrenada en 2007 y, desde entonces, planeaba en mi cabeza echar mano del libro, que por cierto, ya tenía en casa en la pila de libros pendientes de leer. Y por fin, este verano, lo agarré y no lo solté hasta terminarlo. Literatura en mayúsculas, sin duda alguna.
La historia se desarrolla en tres partes más un epílogo. La primera se desarrolla en una villa británica en 1935. Las otras dos, en 1940, en Londres y en Dunkerque durante la retirada alemana tras la invasión alemana de Bélgica y Francia. La narración desarrollada en las primeras páginas, más o menos la mitad del libro, cuenta los hechos sucedidos en la casa de los Tallis en el caluroso verano de 1935. Briony se encuentra preparando una obra de teatro para representar ante su hermano y un amigo de visita en la casa familiar. Así mismo, la familia recibe a los hijos, dos gemelos y una adolescente llamada Lola, de la hermana de la señora de la casa, debido a que sus padres se encuentran en un periodo previo a al separación. El Sr. Tallis, trabaja en Londres y no suele acudir dormir a la villa del campo, debido a su trabajo. Cecilia, la hija mayor de los Tallis, tras estudiar en la universidad goza de unas aburridas vacaciones. El último y uno de los más importantes personajes de la novela, es el joven Robbie Turner, hijo de una viuda que trabajó en la casa y desde niño, apadrinado por la familia Tallis, quien le paga los estudios y formación. Durante 24 horas, McEwan presenta de manera portentosa el preludio del hecho que marcará el futuro de la familia y sus allegados. Durante la noche del día en cuestión y tras la cena, un acontecimiento, romperá la línea que separa la vida monótona y segura de los protagonistas, sobre todo de Robbie, de un provenir truncado y falto de aspiraciones. En medio de todo esto, la decisión tomada por la joven Briony, marcará la dirección en la vida del trío protagonista.



Tras este acontecimiento, la novela viaja a 1940. Cecilia es una casi veterana enfermera en el Londres prebélico, tras haber roto con su familia, y Brionny, sigue el mismo camino, ingresando como aprendiz de enfermera también en Londres. Pero el paso que le lleva a tomar esta dirección esta sensiblemente relacionado con los sucesos acaecidos en 1935 y sobre todo con la decisión que tomó aquella ardiente noche de verano. Paralelamente, Robbie forma parte del ejército británico destinado en Francia y que tras la invasión alemana, se retirará inexorablemente hacia Dunkerque en una huida que marcaría los postreros años de guerra en Inglaterra.

McEwan presenta un fantástico escenario de la sociedad británica de los años 30. Sus personajes forman parte de un entramado familiar, lleno de cotidianidad, ambivalencia y normas de una sociedad tan clasista como conservadora. El autor se sumerge a la perfección en el salto de la infancia a la adolescencia del personaje de Brionny. Sus deliberaciones sobre lo que piensa, sobre su interpretación de lo que observa desde sus ojos curiosos y ansiosos por absorber información y  plasmarla en su ansiada búsqueda de una carrera literaria, en la que vuelca sus experiencias y su imaginación. El paso de una visión inocente, predominante en la infancia, a la percepción de detalles, gestos y miradas, que con la llegada de la adolescencia, surgirán en la protagonista, llevará al personaje a un complejo divagar en su carácter y percepción, lleno de fluctuaciones y derivas, en relación al entorno de la casa familiar y lo que sucede a su alrededor. El estudio pormenorizado de los personajes, sus personalidad, la descripción del entorno, no solo físico, sino también psicológico, marcarán la primera parte de la novela, que tendrá como colofón el acto criminal sucedido en la villa de los Tallis y su interpretación. Sin duda, estas 200 páginas llegan a un alto nivel literario, tanto en lo referido a su narrativa, como a la creación y presentación de los personajes que se presentan.

Las dos siguientes partes del libro, como he dicho antes, nos trasladan a 1940. Por un lado, Robbie, vive la retirada aliada a Dunkerke. La narración define el horror de la guerra, la huida hacia ninguna parte, desesperada, no solo de los soldados, sino lo que resulta más desgarrador, de los civiles. Los ataques de la aviación alemana y las columnas interminables, atascadas en los pueblos y caminos, marcan la vivencia de Robbie, que junto a dos compañeros, sobreviven en el fragor de una estampida hacia el mar. En un segundo lugar, encontramos a Cecilia y Brionny en Londres. Su huida, esta vez de un pasado familiar que marcó su futuro aquella noche de 1935, se sucede mientras Londres prepara la ciudad para una época de guerra y resistencia. Los hospitales se preparan para lo que vendrá tras la invasión alemana en Francia. Es conmovedora la preparación de las enfermeras, que bajo la mirada atenta de las hermanas encargadas de formarlas, van integrándose en la vida hospitalaria, sobre todo cuando comienzan a recibir a los primeros heridos llegados del continente. Estados dos tramos de la novela, en mi opinión no alcanzan el nivel psicológico de su primera parte, pero resultan más ágiles y descriptivos a nivel de acción, en detrimento de una creación psicológica ciertamente protagonista en la primeras páginas del libro. Interesantes sin duda, marcarán la frontera hacia el epílogo del libro, desde el que se nos descubrirá el destino de los protagonistas. Lo que fue y pudo ser. La realidad o lo que podría haber sido.

Una lectura, en definitiva, llena de detalles, contrastes, sentimientos, deseos y penalidades, definidas por el destino de sus protagonistas, que vino marcado por un hecho y su interpretación. Literatura de alto nivel, en la que McEwan se zambulle sin restricciones en la mente de los personajes. Una gran novela, de la que me ha sorprendido y he disfrutado de su redacción pausada, detallada e inflexible en su análisis de la sociedad de una época marcada por los vetos, los formulismos y las apariencias. Desgarradora, sin duda alguna.

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